domingo, 20 de enero de 2013

POR LOS CERROS DE GRANADA – 2

Cortijo de Sevilla – Cuerda del Trevenque – Cerro del Trevenque (2.079 m) – Cañada Real del Padul (Arenales del Trevenque) – Cortijo de Sevilla


Miércoles, día 26 de diciembre de 2012: urge recuperar el equilibrio entre la ingesta y el gasto energético –prometo que hablo sólo en términos de fisiología. La ruta prevista, de menos de 9 kilómetros, ofrece un desnivel de unos 700 metros y la posibilidad de disfrutar de nieve nueva.

Espero en La Zubia a mi camarada, Antonio Puertas, bebiendo té y haciendo memoria. Todavía, después de tantos años, pensar en las fuentes del Hervidero y de la Cortijuela, en el Puente de los Siete Ojos y en el Trevenque me alborota los recuerdos de las excursiones de primavera, del calor y de la sed de la ascensión al pico, del agua fría de los caños, de los colegiales que vuelven a acalorarse jugando en el Arroyo del Huenes; y, por supuesto, esos recuerdos me obligan a una gratitud infinita para con aquellos primeros guías de montaña, los Padres Agustinos Recoletos de Granada.

Sin la ingenua felicidad y sin los nervios de entonces, el trayecto a Cumbres Verdes y a la Fuente del Hervidero parece menos iniciático. Subimos en coche, aunque en la actualidad existe un carril-bici que asciende en paralelo a la carretera y a las ramblas que encauzan las aguas de la lluvia hasta La Zubia, otorgándole el arabismo toponímico. Nos ahorramos también el tramo de vía pecuaria que va del Hervidero al Cerro de Sevilla, a menos de dos kilómetros de La Boca de la Pescá, donde aquel enlaza con la Cañada Real del Padul al Pico Veleta.


El temporal del día anterior ha dado paso a un día invernal espléndido: fresco y soleado una vez atravesado el mar de nubes que cabrillea frente a las laderas orientales de Sierra Nevada. Poniendo sitio a la Silleta del Padul y a Los Castillejos de los Alayos, sin alcanzarlos, la niebla se adentra en la sierra barranco del Río Dílar arriba por efecto de la inversión térmica. Ganamos altura cómodamente, siguiendo la pista forestal. En la curva del Barranco del Búho, asoma el Trevenque luciendo un blanco azulado de bienvenida.
 

Aproximadamente desde la cota 1.650, la nieve empieza a crujir bajo las botas. Las vistas del Barranco del Huenes, a la izquierda, y de las cumbres que despuntan por encima de los cúmulos, a la derecha, nos mantienen distraídos. De manera que apenas hemos distinguido a la criatura de tamaño mediano que acaba de aparecer y desaparecer, en un movimiento, a veinte metros escasos. Pero las huellas delatan al esquivo zorro. Varios cientos de metros más adelante, tres cabras montesas –un macho y dos hembras– se muestran más confiadas o más inadvertidas, hasta que nos detectan y se mudan a la umbría sin prisa.

En los repechos finales demoramos el momento de coronar. Los Arenales nevados, la niebla más atrás, la lenta licuefacción de las heladas acículas de los pinos, el alud de la ladera Norte de la Loma de Dílar, que confirma el acierto al posponer la ascensión al Veleta, y las altas cumbres nos reclaman. Por expresarlo al modo de R. W. Emerson, estamos tan ocupados percibiendo la naturaleza que, a decir verdad, no les hacemos gran caso a los belenes de la cima a pesar de conocer a alguno de los montañeros oferentes. Por cierto, saludos afectuosos para el Yeti y los Mayyo.
 

En el descenso nos dejamos caer por Los Arenales, que resguardan la Cañada Real antes de llegar al Collado de Martín. Ahí abajo ha cuajado mejor la nevada. Queremos más y como las ganas de nieve siempre van en aumento, si la situación meteorológica se mantiene, en unos días nos acercaremos al cerro del Veleta.

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