domingo, 8 de mayo de 2016

POR LOS CERROS DE LA PENÍNSULA – 6 

Sierra de los Donceles. Comarca de Hellín. Albacete 


Colaboración para la revista Zambra DigitalI.E.S. Justo Millán. Hellín 

Cuerda de la Sierra de los Donceles

Sin ser un experto, creo que sería difícil hallar un topónimo más polisémico que el de Sierra de los Donceles. Para los forestales no hay duda, es la sierra de los pinos donceles o piñoneros. Para los agricultores de estos fértiles campos bien podría ser la sierra de los dulces frutos. Y para los eruditos el catalanismo podría hacer referencia a quién sabe qué caballeretes del siglo XIII. Aunque también podría haberse llamado la sierra de Aníbal, igual que el camino que la cruza, abierto por el general en su ruta hacia el interior de la Península siguiendo el curso del Río Segura. Pero no.

Nuestra Sierra de los Donceles se extiende desde Las Higuericas, paraje próximo al Puente de Azaraque, en Agramón (al Este), hasta Sierra Seca y Tavizna, en Mingogil (al Oeste); obligando al Mundo a recorrer unos kilómetros más antes de juntarse con el Segura. Desde su cuerda, sin necesidad de alcanzar el Pico Donceles (808 metros), se domina una extensión de tierras de colorido y usos muy diversos: arrozales, choperas, esparto, frutales, olivar, pinar, vid, saladares, yesares, etc. Y, en todas las direcciones, emergen lomas y serrezuelas acotando las polvorientas ramblas y las verdes vegas.

Pinos supervivientes del incendio de julio de 2012.
Al fondo, a la izquierda, los Cerrones de Terche

Restos del incendio entre el monte bajo.
Al fondo, Agramón y la Sierra de Cabeza Llana

Descenso hacia el Azaraque

Ya que no es posible contemplar los arrozales del Segura y el Embalse del Cenajo desde aquí, las vistas más llamativas las proporcionan, al Norte, los Cerrones de Terche, la Sierra de Cabeza Plana, el Calvario de Agramón, el Río Mundo a su paso por la Finca del Azaraque (o del manantial), el Pitón Volcánico de Cancarix, en la Sierra de las Cabras; y, al Este, el Embalse de Camarillas y el promontorio de caolín de La Camareta, en el Tesorico. Por cierto, las estancias del Eremitorio de La Camareta, con su emplazamiento y con sus inscripciones íberas y paleocristianas, dejan boquiabierto al más pintado.

Después de tantos años ya conduciendo por estas tierras camino de Andalucía, tengo que confesar que no me canso de atravesarlas y que, desde que empecé a conocerlas más de cerca, a pie, ejercen en mí una atracción difícil de explicar. De hecho, este contraste violento entre los montes explotados hasta el agotamiento fitológico y los montes boscosos, estos ondulantes campos de cultivo que producen oro vegetal con un poco de agua, la herencia arqueológica y la intrahistoria de estas tierras, la vista de las primeras estribaciones de la Sierra del Segura… Todo esto produce cada día un efecto terapéutico en mí, en parte porque –que quede entre nosotros– nunca me acostumbraré a vivir en una llanura.

A los que tenéis la suerte de vivir en esta comarca, de ver los dientes de la Sierra de los Donceles desde casa o de poder salir en bici a rodar por estos caminos, os felicito y os animo a disfrutar. La naturaleza está ahí para eso, cuidándola y estando dispuestos a defenderla de la contaminación, de la especulación, del fuego, del fracking, de la sobre-explotación y de lo que haga falta. Nuestros campos, montes y ríos no son sólo algo nuestro, como difundía el Instituto para la Conservación de la Naturaleza hace años. Son nuestra casa. Son nuestra propia vida. Que nadie juegue con ella ni por todo el oro del mundo.

Embalse de Camarillas y La Camareta vistos desde Los Donceles

Rebaño abrevando en el Camarillas. Foto de Paco Botella


Entrada dedicada a mi amigo Joaquín Martí, in memoriam,
gran amante del deporte en la naturaleza y mejor persona.