domingo, 2 de abril de 2017

Nadie vive en Pradomira (3/4) 

Mensaje en una cajita de muesli

Usted también aprieta la letra bien. Empiece el otro cartón ya.

Pierda cuidado, Francisco, que lo entenderé todo perfectamente.

No, si no digo yo que no, pero... ¿Y dónde escribe ahora? ¿Ahí también?

Es que esto habíamos olvidado incluirlo en el encabezamiento. Pero ahora hago aquí una llamada para saber que está detrás y al pasarlo a limpio lo escribo en orden.

Si usted dice que se acuerda, yo conforme.

¿Cómo seguimos ahora? ¿Qué quiere decirle a Rosana?

Estaba claro que quería verla otra vez: a ser posible en el Pradomira, insistía; la carta recibida hacía tres días lo había enardecido. A todas las demás preguntas sobre el contenido, Francisco se encogía de hombros y respondía: No sé. Yo me hago un lío. Usted verá. Lo que le ponga estará bien. Así que entre todos compusimos el armazón con las ideas fundamentales en un novedoso ejercicio de composición al estilo de los ensayados para la PAU. Experimentamos cierta euforia al prestarle la elocuencia a Francisco.


¿Le parece?

Que sí, que sí. ¡Ah! Hay que decirle también que yo vivo en La Moheda, pero que nunca estoy allí.

Entonces usted donde vive es aquí, en Pradomira.

No. Dígale que estoy aquí en el Pradomira pero que vivo en La Moheda, que es donde está mi casa.

Como quiera.

El problema es que, como le dije, tengo chalé pero no está en condiciones para que se queden allí. Tendrían que venir para el día. Se lo dice, ¿sí?

Naturalmente.

¿A cuánto estaremos de La Moheda?

¿Me lo pregunta usted a mí?

Sí, sí. ¿A cuánto estaremos de La Moheda?

No sé exactamente. A más de seis kilómetros, seguro. Espere. Lo comprobé en el mapa midiendo aproximadamente la distancia por el sendero: estaremos a seis kilómetros y medio.

Sí, sí que estaremos, por el sendero. Aunque ellos tendrían que venir por la pista.

Así serían unos ocho o nueve kilómetros en total. Pero en coche no son nada.

Sabe leer el mapa, comentó admirado.

Bueno, me defiendo.

Entonces, dígales que me avisen con tiempo. No estaría bien que me pusiese a matar un animal con ellos aquí.

Es lo mejor. Podría resultarles desagradable. ¿Y para cuándo?

Pues para ya. Cuanto antes.

A esto me permití añadir unas líneas sobre la soledad del pastor y su gozo por tener algo de compañía de vez en cuando, lo que explicaba a la vez la redacción de la carta. Él me animaba: no tenga reparo. Dígale que le escribo con la ayuda de unos turistas que han pasado por aquí y que me han leído la carta suya.

Sugerí interesarnos igualmente por su pueblo, sus ocupaciones y sus aficiones. Halagamos su genio alegre y cerramos la misiva con una declaración de intenciones en toda regla. Sin renunciar a la utopía, traté de ser realista con respecto a las posibilidades de éxito y apelé a la sensibilidad demostrada por la mujer que no sabía dejar de contestar una carta. Tratando de tocarle el alma concluimos.


Hasta tan pronto como desees. Recibe, entretanto, este cálido saludo de Francisco.

Sima. Calar de la Sima.
Parque Natural de los Calares. Albacete.


Tenemos que irnos

No podíamos creer que hubiesen pasado dos horas. ¿Nos vamos a ir ya? Preguntó Ángela, que despegaba los labios por primera vez desde la parada, quizá maravillada con la semblanza que se había esbozado ante ella.

Sí. Vamos a esperar a Francisco para despedirnos.

A unos cincuenta metros David, Miguel Ángel y Pipo volvían del manantial, tremendamente alborotados, con las cantimploras rellenas y rociadas de gotas cristalinas. A Francisco todavía lo entretendría un rato rellenar los dos bidones de cinco litros.

Este hombre dice que ha ido a Tele 5. Nos ha contado una aventura para morirse de la risa. ¿Ya nos vamos?

En cuanto vuelva Francisco.

Os va a contar la historia. No creo que igual que a nosotros pero la va a contar. Me apuesto lo que sea.

El anticipo sonaba exagerado. Tal vez era el descanso prolongado lo que hacía desvariar a los chicos. También hacía que no pensasen en reservar más comida, sabiendo que la ascensión había quedado atrás y que tocaba ceñirse las mochilas. No vayáis a echar esos bocadillos a los perros. Dádselos a Francisco. Tengo la impresión de que los aceptaría.

¡Vaya! ¿Qué habrá pensado antes?

Buena pregunta.

Al cabo de diez minutos Francisco traía parte de su tesoro arrendado. Beban de aquí. Está fresca.

Gracias, hemos bebido de más. ¿Le gusta el chocolate?

¿El chocolate? ¿No me va a gustar?

Tenga. Estas barritas son las que había en la caja. Son energéticas. Dan fuerza cuando uno está débil.

¡Qué va! Son de ustedes.

Por favor, cójalas. Eran para la subida y nadie se las ha comido.

Si insisten. Gracias.

¿Y estos dos bocadillos, los quiere?

Eso sí que no. Aún tenéis camino por delante.

Yo no voy a comerme el mío.

¿Cómo va a ser eso?

Que son de jamón con tomate.

¡Qué bueno el jamón! Luego os acordaréis de ellos.

Tenga, en serio.

¡Que no!

Los dejamos aquí.

Tráelos. ¡Qué muchachas! Muchas gracias. Ahora yo les convido a vino. Se detuvo delante de mí. ¿Cómo se llama?

Carlos.

¡Anda! Como Carlos, ese del 50X15.

¿Carlos Sobera? Tuve que sonreír. Sí, como ese pero sin Sobera.

Y es profesor, ¿no?

Sí. ¿Le gustaba el programa?

Yo he ido al programa, a concursar.

¿Que ha concursado en el 50X15?

Allí he ido yo aunque sólo sea un pastor.

Calle. Ya quisiera saber la cuarta parte de lo que usted sabe del monte. ¿De verdad que fue a concursar?

Que sí, que he ido a Tele 5. Pero no he concursado porque me engañaron. ¿Para qué les voy a decir otra cosa? Pipo podría haber ganado una apuesta.


Parque Natural de los Calares
del Mundo y de la Sima. Albacete.


Continúa en la siguiente entrada: Nadie vive en Pradomira (4/4)


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